Otro año más, llegó el Otoño llevándose el Verano. La temperatura comenzó a bajar, y con ello, las aglomeraciones en busca playa y fiesta, se fueron yendo poco a poco.
Tan solo un día de otoño, pero el sentimiento ya es otro. Un simple paseo por la playa es suficiente para notar que ahora, Tarifa vuelve a ser especial. En verdad siempre lo fue, pero ahora volvió la autenticidad que tiene su tierra y su gente. Los grupos de gente escuchando reguetón en la playa dieron paso a las personas que algún día llegaron a Tarifa por casualidad, pero quedaron atrapados entre sus montañas y sus mares.
Las playas ahora son tomadas por perros que salen junto con sus dueños a dar una vuelta buscando un poquito de paz. La Peña se llena de senderistas que recorren la montaña buscando el punto más alto, desde el cual apreciar lo insignificante que es Tarifa al lado de África, pero, sobre todo, sentir lo afortunados que somos de vivir donde confluyen los océanos.
Por último, aparecieron las olas, apareció el poniente de verdad, pero sobre todo, se respira personas conectadas al mar. Cuando montas la cometa o enceras la tabla, es fácil sentir que ahora las personas, tan solo buscan perderse entre las olas y conectarse con el mar. Y al salir, respiras paz, respiras un sentimiento de plenitud, difícil de explicar.
Por un lado, da pena pensar que paso el frenético verano, lleno de planes y de visitas, pero por otro lado, me encanta el sentimiento de montar la cometa junto al Carbones y sentirme en familia.
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